Cuando se habla acerca de la rebelión de Los Ángeles que sucedió en 1992, probablemente el 90 por ciento de los estadounidenses respondería de forma inmediata que lo que la originó fue el veredicto de “libres de culpa” que se emitió a favor de los agentes policiales que fueron captados en un vídeo mientras propinaban una golpiza a Rodney King. Esta respuesta sería como decir que el incendio forestal lo ocasionó una persona que tiró un cigarrillo encendido en la maleza. Estos actos percibidos fueron los catalizadores más que las causas.

Se puede hallar la causa de la rebelión en las relaciones económicas y sociales tan variables, tanto en Los Ángeles como en resto del país. La producción automatizada está reemplazando y expulsando a un segmento de la clase obrera de las relaciones burguesas de producción. Estos nuevos trabajadores de medio tiempo, desempleados, de sueldo mínimo y temporales forman una nueva clase en los márgenes de la sociedad. El control computarizado abrió la puerta para que la producción pasara a aquellas zonas en las que los salarios son los más bajos del mundo. La apertura de las fronteras nacionales de las neocolonias para el ingreso de las inversiones financieras y la producción industrial destruyó las economías de subsistencia y desestabilizó literalmente a millones de trabajadores, los cuales emigraron hacia países extranjeros, tal como los Estados Unidos. El malestar social era general y profundo en diversos lugares, como en Los Ángeles. Los agentes policiales de esta ciudad temían y odiaban a este nuevo segmento revoltoso de la población. Este temor y el odio rindieron intereses. Los Ángeles contaba con una gran cantidad de integrantes de esta nueva clase —negros, blancos, indígenas estadounidenses, mexicanos y centroamericanos—, todos unidos por la opresión de la sociedad burguesa, la cual los expulsó de la misma y de sus relaciones de propiedad. En pocas palabras, para 1990, esta nueva clase estaba buscando un lugar para que sucediera un alzamiento.

Se recordará a la rebelión de Los Ángeles como la ronda inicial de una revolución en manos de una clase creada por la robótica. El alzamiento, su carácter multirracial y su terca resistencia frente a las fuerzas estatales significaron que todos los elementos de una revolución social se habían establecido y estaban en funcionamiento.

La revolución social tiene dos fases. La primera es la destrucción de la sociedad existente. La segunda es le reconstrucción de una nueva sociedad. A su vez, la fase de destrucción tiene dos aspectos: el objetivo y el subjetivo. El elemento objetivo surge con la introducción de electrónica, que menoscaba la mano de obra asalariada, la cual es la base de la sociedad existente. La era de la electrónica —la cual elimina a la clase obrera industrial—, da origen al nacimiento de una nueva clase. Por otro lado, el aspecto subjetivo es el rechazo de la sociedad existente por parte de esta nueva clase. No es posible que usted le ponga fin a una sociedad que respeta y cuyas leyes obedece. La rebelión desafió cualquier cosa que se asemejara a una ley, orden o relación de la propiedad burguesa. Al respecto, el mundo real enseñó a los combatientes más de lo que lo han hecho los revolucionarios.

El alzamiento no fue una segunda edición de la revuelta de Watts en 1965. Esta integró por completo la ofensiva de los afroamericanos en la lucha general de los pueblos coloniales contra el imperialismo estadounidense. Esto significó el inicio del fin de la era de las luchas de liberación nacional. Por su parte, la rebelión de 1992 condujo a una nueva etapa,la era de la lucha de la clase y de la revolución de la clase.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
La mecanización de la agricultura en el sur a principios de los años 50 representó una revolución económica que permitió que finalizara la revolución social de 1864. Los vestigios de la esclavitud que aún quedaban debido al sistema de aparcería llegaron a su fin debido a las luchas por la libertad que surgieron después de esta revolución económica.

Los movimientos migratorios masivos de las regiones rurales del sur a las zonas industriales iniciaron en 1939, con los cambios hacia una economía de guerra y el fin de la depresión. Estos movimientos
migratorios se aceleraron aún más durante los años 50. Este fue un período de “arrastrar” a los negros fuera de las tierras, pero también una época de rápida expansión industrial. La pobreza entre los negros se redujo de un 92 por ciento en 1939 a un 30 por ciento en 1974. Ya para 1980, más de la mitad de la población negra del país vivía en 29 zonas metropolitanas. Estos hechos señalan una rápida proletarización de las masas negras.

Para 1974, la revolución electrónica comenzó a hacer desaparecer al sector no calificado y semicalificado de la mano de obra industrial. Esta fue una de las áreas en la que se concentraron los obreros negros
que recién llegaban. Al mismo tiempo, la expansión económica había empezado a paralizarse. Parecía ser que los despidos masivos de los negros se hacían únicamente desde un ángulo racial. En realidad, el funcionamiento de un sistema de antigüedad, junto con la eliminación de numerosas categorías de puestos no calificados y semicalificados era suficiente para encubrir la selección racista de los trabajadores que se despedirían de forma permanente.

Se eliminó a sectores enteros de la industria y con ello a sus trabajadores. El desempleo y la pobreza aumentaron rápidamente. Estas condiciones entre los obreros negros se situaron a la vanguardia de la pobreza nueva y permanente de la clase. Los índices nacionales de pobreza pasaron del 11 por ciento en la década de los 70 al 14,5 por ciento para 1990, a pesar de una redefinición constante de la misma con el propósito de disminuir las cifras existentes. Mediante el uso de los criterios de 1972, unos 70 millones de estadounidenses vivían en condiciones de pobreza en 1992. La penuria entre los negros estaba (y está) concentrada y era visible en los barrios céntricos de las ciudades, pero representaba menos de un tercio de la pobreza nacional. Únicamente el 36 por ciento de la pobreza entre los blancos era de carácter urbano. El resto estaba disperso y era rural, pero el mismo se haría presente. Como trabajadores, los obreros negros tuvieron que soportar el embate de la crisis económica. El racismo hizo que sus nuevas condiciones económicas fueran aún más aceptables.

LA MANIFESTACIÓN DEL PROBLEMA

Un sistema social es la unidad de las fuerzas productivas y la sociedad se establece en torno a éstas. No es posible cambiar una sin transformar la otra. La combinación del giro hacia una producción de la electrónica y el rumbo que tomaron las manufacturas hacia los mercados de mano de obra más baja en el mundo habían creado un mercado de artículos básicos en el ámbito mundial, lo que incluyó un mercado mundial de mano de obra. Estos cambios impulsaron un precio internacional de mercado de la mano de obra no calificada en los Estados Unidos mucho más bajo que el costo de la producción. Para
un sector de los trabajadores resultó imposible vender su fuerza laboral a cambio de un salario que fuera suficiente para vivir. Nadie podía comprar la mano de obra a un costo de producción y continuar operando.

Los obreros jóvenes resultaron especialmente afectados. La cifra de aquellos que tenían un puesto cuyo salario se situaba por debajo de los niveles de pobreza aumentó de un 22,9 por ciento en 1979 a un 43,4 por ciento en 1990. Al considerar a la clase obrera en su conjunto, uno de cada cinco trabajadores tenía puestos de tiempo completo con sueldos por debajo de los niveles de pobreza. A ello deben añadirse aquellos que estaban dentro de la línea de pobreza y los que se situaban un poco por encima de ésta, al igual que los millones de personas que a duras penas sobrevivían con un trabajo de medio tiempo; con todo esto, quedaba claro el panorama de la crisis política. El sector más bajo en términos económicos y más inestable de la clase enfrentó el hambre sin un sistema de asistencia social que les ofreciera al menos las necesidades culturales y físicas mínimas.

Las administraciones de Reagan y de Bush transfirieron miles de millones de dólares de los servicios sociales a la industria bajo la apariencia de un esfuerzo por lograr que la producción industrial estadounidense alcanzara un nivel competitivo comparable con los de Alemania y Japón. La mayor parte de ese dinero terminó en la especulación y las apuestas en la bolsa de valores. Para 1990, el uno por ciento superior de la población valía más que la combinación del 90 por ciento inferior. Bajo tales condiciones, la caracterización de la revuelta como un “disturbio racial” no sólo revela la ideología del racismo, sino que también beneficia y da ventaja al enemigo.

La revuelta fue la primera respuesta social, el primer indicio de una revolución social como consecuencia de los cambios históricos que estaban sucediendo en las fuerzas productivas. En 1992, este proceso apenas estaba comenzando, pero el mismo ha continuado y ha dado origen a olas de respuestas sociales, a medida que se ha generalizado y profundizado el impacto de estos cambios. Lejos de ser un disturbio racial, la cadena del control estatal se rompió desde su eslabón más débil.

Los obreros latinos y blancos que se situaban en la misma categoría que los negros que estaban luchando se unieron a la revuelta. Al principio de ésta, al menos la mitad de los manifestantes eran blancos e hispanos. Durante la primera semana después del veredicto, se arrestó a 835 personas blancas junto con 3,517 hispanos y 2,564 negros. La cantidad de víctimas mortales refleja este hecho. En ese momento, los afroamericanos no se sintieron solos en su lucha en contra del Estado. La participación de los hispanos y los blancos ofreció una base para la proyección ideológica de unidad y de clase.
El pueblo estadounidense expresó un nuevo odio hacia los explotadores que los habían obligado a sumirse en la pobreza durante la década anterior. El soborno y el racismo habían distorsionado el proceso. Esto surgió con la rebelión. La crisis no representó simplemente un deterioro en el nivel de vida existente, sino que la misma también incluyó el desarrollo ideológico que surgió del saqueo de la hacienda pública, al cual se le dio tanta publicidad, mediante los escándalos de ahorros y préstamos y los contratos de defensa, las estafas inmobiliarias y financieras de los años 80. Poco a poco, la ideología del pueblo comenzó a responder frente a la realidad social imperante.

Los grupos de expertos y estudios políticos de la clase gobernante tenían muy presente la seriedad de la crisis. Si bien esta clase no podía prever la forma exacta que revestirían los inicios de la revolución social, la misma sí estaba muy bien preparada para intentar contenerla. Alo largo de los años 90, se destruyeron medidas de protección constitucional, se militarizó la policía y después de los ataques del 11 de setiembre, las fuerzas policiales se integraron cada vez más con el Departamento de Seguridad Nacional. Asimismo, una amplia gama de leyes menoscabaron aún más diversas medidas de protección constitucional. La Ley de Defensa Nacional de la administración de Obama ha llevado todo esto a otro nivel, puesto que ha permitido al gobierno detener por tiempo indefinido a cualquier persona acusada de ser “terrorista”.

EL PASO SIGUIENTE

La violencia en las calles siempre abre paso a una nueva era. La intensa actividad política fluye de una etapa de la lucha y prepara la senda para otra fase. Una vez que se apacigua la etapa de la lucha, el paso siguiente ha sido clarificar y proceder desde el contenido de clase de la lucha.

La revuelta fue el día que marcó 20 años. Se han unido los procesos dialécticos de la revolución económica y social. Con la revuelta, hemos dejado atrás una era para ingresar a otra. Los revolucionarios deben captar lo que es nuevo y lo que está surgiendo. Los revolucionarios deben esforzarse por unir a los más oprimidos y explotados con base en las actividades, sin importar su color o su nacionalidad. Se debe asumir y desarrollar a toda costa el movimiento lento y objetivo hacia la identificación de la clase.

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Informe político del Comité Permanente de la Liga de Revolucionarios por una Nueva América, marzo del 2012.

Marzo.2012.Vol22.Ed2
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