Nuestro país está ingresando a una fase volátil y difícil dentro de su vida social y política. Se está obligando a muchas personas a lo largo de este vasto espectro que constituye este país a vivir en un desastre económico que jamás se habían imaginado para ellos y sus familias. El debate y las discusiones políticas se están polarizando — pero no necesariamente a través de las claras líneas políticas y entre las clases.

El momento actual es una crisis cíclica de la sobreproducción dentro de una continua revolución económica, al igual que las primeras etapas de la lucha por un programa dentro de la emergente lucha social. Este momento plantea preguntas críticas para los revolucionarios en cuanto al rumbo a seguir y añade un mayor sentido de urgencia a nuestras tareas.

La situación que enfrentamos

Aún antes de la crisis financiera del 2008, varias décadas de reemplazo de la mano de obra con tecnología, las reducciones de personal y las subcontrataciones ya habían desplazado a millones de trabajadores y habían originado la pérdida de millones de puestos de ingreso medio, al igual que generosos beneficios y prestaciones. Para mediados de los 90, aproximadamente la mitad de todos los obreros en el campo de las manufacturas eran trabajadores temporales u ocasionales.
La pérdida de empleos y beneficios se mide fácilmente –pues es una situación que millones de estadounidenses están sufriendo penosamente. Entre los 21 países más “económicamente desarrollados” del mundo, los Estados Unidos presenta el tercer índice de pobreza más alto. Únicamente México y Turquía tienen tasas más altas. La Sociedad Americana de Ingenieros Civiles señala lo siguiente: “tuberías de agua rotas, calles congestionadas por el tráfico, represas y diques desmoronados… la infraestructura que está fallando genera un impacto negativo en el bolsillo y en la calidad de vida de todos y cada uno de los estadounidenses”.

Lo más difícil de medir, pero que es igual de devastador, es el efecto de la revolución económica en la forma en que se distribuyen en la sociedad las cosas esenciales que ésta necesita, tales como educación, salud, servicios básicos y transporte. La infraestructura social y los servicios eran públicos, ya que la sociedad los necesitaba para su desarrollo y el capital los necesitaba para poder contar con obreros preparados y saludables en las fábricas. Ahora se está privatizando la distribución de estos bienes y servicios debido a que las corporaciones necesitan generar ganancias provenientes de todas las facetas de la vida.

La caída y la crisis económica representan un momento muy intenso dentro de la revolución económica, en el que se introdujo en la producción una tecnología que reemplaza la mano de obra y redujo el valor de todos los productos y artículos básicos, incluida la fuerza laboral.

Al mismo tiempo, la caída y la crisis económica expresan una típica crisis cíclica de la sobreproducción – la ampliación excesiva del crédito para fomentar la compra de la sobreproducción de viviendas y de otras propiedades inmobilarias, al igual que la hiperinflación de sus precios a través de la emisión de préstamos riesgosos y con intereses muy altos. Los prestamistas lograron que el gobierno flexibilizara las normas relativas a los préstamos, con lo cual se permitió que los bancos hicieran préstamos que no podían restituirse. Lo que inició como una crisis de los préstamos hipotecarios y de las viviendas se propagó rápidamente en toda la economía mundial.

El capitalismo siempre ha tenido crisis recurrentes de sobreproducción. La causa de ello es la agobiante contradicción de que los capitalistas están ampliando constantemente la producción de los productos básicos bajo condiciones de una demanda limitada debido a la falta de poder adquisitivo por parte de la clase obrera y de otros sectores. Estas crisis siempre aparecen en la forma de una sobreproducción de productos básicos, inmensos inventarios de bienes no vendidos, una marcada caída de los precios, la reducción de la producción, un vertiginoso aumento del desempleo, menores salarios y beneficios, la interrupción de los créditos, la caída de las bolsas de valores y tantas vidas arruinadas. El resultado neto de esta crisis ha sido la pérdida de puestos de trabajo, con lo cual se ha exacerbado y hasta prolongado la crisis, puesto que los desempleados no tienen los medios necesarios para comprar la sobreproducción de artículos básicos.

A medida que continúa la crisis, los capitalistas se aprovechan de los precios bajos al aumentar la productividad laboral mediante la renovación de sus plantas y equipos. Esto crea una demanda de nuevos medios de producción y el mercado se revitaliza y así comienza un nuevo ciclo de auge. Este ciclo del auge a la ruina se repite cada 10 o 20 años. De allí es que se origina el término de crisis cíclica. La Gran Depresión de los años 30 se produjo durante la era industrial y comenzó con la caída de la bolsa de valores, para luego propagarse en toda la rama industrial. Sin embargo, la crisis actual está ocurriendo bajo diferentes condiciones –además de una continua revolución económica– y los Estados Unidos está perdiendo su poder económico en el ámbito mundial. La recuperación podría ser corta y no muy profunda, y posiblemente marque las pautas para una mucho más profunda en el futuro cercano.

El momento político actual

En setiembre del 2008, el gobierno de los Estados Unidos, el Banco de la Reserva Federal y diversas empresas financieras privadas trabajaron conjuntamente para salvar el sistema global de la bolsa de valores. A través de préstamos de rescate, se redistribuyeron trillones de dólares de intereses públicos a los privados dentro de la industria financiera. Pero esto fue más que simples préstamos de rescate. El hecho de acentuarse la fusión del gobierno y las corporaciones en torno a los intereses de la propiedad privada fue un paso más en el desarrollo del fascismo y la reorganización del Estado para proteger la propiedad privada bajo las nuevas condiciones existentes. En el 2009, con la reorganización gubernamental para abordar la bancarrota de las empresas General Motors y Chrysler, se eliminaron los puestos de empleo de miles de trabajadores, al igual que las prestaciones y los beneficios de cientos de miles más.
El gobierno tenía que intervenir. El movimiento de personas para obtener lo que necesitan enfrenta un obstáculo político. La polarización entre el gobierno y las corporaciones, por un lado, y el movimiento cada vez más amplio de personas que luchan por satisfacer las necesidades de la vida, por otro, está pasando a ser predominante.

Como respuesta a la revolución económica, se están propagando diversas luchas dispersas. Estas son luchas sobre la forma de resolver los problemas de la sociedad – por ejemplo, problemas ambientales, de servicios básicos, de salud, de educación y de vivienda. Estas no son necesariamente “luchas de los trabajadores”, ni tampoco una lucha por el poder político.

La crisis financiera y los préstamos de rescate desencadenaron el temor económico y la furia popular contra los bancos y el gobierno. Diversos actores se cubrieron tras el populismo para agitar a las masas en torno a cualquier cantidad objetivos políticos –para la reorganización fascista del Estado, algo que ya estaba en marcha, para programas de las clases, o simplemente para ser reelectos.

Las acciones gubernamentales para proteger el sistema de la bolsa de valores está dando origen a discursos dispersos acerca de quiénes son los intereses que protege el gobierno.

Etapas de la lucha revolucionaria

El rumbo de la marcha del movimiento proletario lo instauran las etapas del desarrollo por las que tiene que pasar el propio movimiento –desde luchas económicas dispersas por las necesidades cotidianas, a través de diversas etapas y fases, hasta la lucha por el poder político para reorganizar a la sociedad según sus propios intereses, y la abolición de la propiedad privada.

En sus puntos más esenciales, la historia está hecha de la lucha de clases en torno a quién tendrá el poder político para estructurar a la sociedad según sus intereses. Pero el hecho de saber esta verdad no significa que sea posible omitir las etapas necesarias para la obtención del poder político, a fin de lograr la transformación social. Sólo porque podemos identificar la etapa siguiente en el desarrollo del movimiento proletario, no significa que la próxima etapa indispensable sea lo siguiente que va a suceder.

La formación política de la clase es un proceso complejo y multidimensional.

Dimensiones de la lucha revolucionaria

A nivel objetivo, la respuesta social tiene que llegar a un punto tal de intensidad en el que los efectos sociales de la revolución económica impulsen a todos los segmentos de la sociedad al movimiento, a la contienda y a la implosión. En este sentido, podemos prever un período de lucha social cuando se obligue a toda la sociedad a ingresar a la lucha contra los efectos de la revolución económica, pero todavía no le da forma una ideología o un rumbo claro o predominante.

A nivel más o menos subjetivo, la respuesta social tiene que pasar por una etapa de lucha de masas. La historia de los Estados Unidos no es la misma que la de Europa, donde el término de “lucha de masas” se originó y se refirió a la presencia de varias clases dentro de las “masas afanosas” en general. Pero el término es útil aquí para referirse al proceso mediante el cual surge — or brota — paulatinamente el predominio de la comprensión de los intereses, mediante los cuales, por ejemplo, la respuesta social alcanza cierto nivel de comprensión de que las corporaciones se están aprovechando de nosotros, que el gobierno tiene que servir al público y no a las empresas. Por supuesto, no hay garantía alguna de que la lucha de masas se perfilará según estas líneas tan claras. Pero es posible que sea inevitable que surja cierto grado de enojo de las masas contra el 1 por ciento más obscenamente rico de la población y el poder que tienen sobre el resto de nosotros — un cierto sentido de “nosotros en contraposición a ellos” — pero es demasiado pronto para señalar la forma que tomará esto.

En el mundo real, el movimiento proletario, la pugna social y la lucha de clases no son categorías separadas o una serie de luchas. Pero al comprenderlas como abstracciones, podemos evaluar las tendencias según vayan surgiendo.

Quizás el ejemplo más claro de la relación orgánica entre la pugna social y la lucha de masas en los Estados Unidos sea la lucha del pueblo afroamericano para lograr la libertad y la igualdad. Esta lucha duró más de 100 años y en la mayoría de las etapas ocurrió bajo el liderazgo burgués. Durante el Movimiento por los Derechos Civiles de los años 50 y 60, todos los segmentos de la población afroamericana estaban en movimiento. La amplia lucha social dio forma al discurso social de la época e impulsó a otros segmentos de la sociedad hacia el movimiento.

Posteriormente, en 1965, in Watts, California, el segmento proletario dentro de la población afroamericana se declaró a sí mismo como el elemento impulsor de esa lucha social y la dirigió contra el Estado. Predominaron las demandas proletarias. La ira del movimiento se dirigió hacia el Estado y la gente tomó las calles por casi una semana. Lo que un momento fue una lucha social sin una meta política tomo dramáticamente un rumbo político. Como respuesta, por supuesto, se ejerció influencia en todas las facciones de la burguesía para que las fuerzas de ésta retomaran el control del movimiento en general. La rebelión de Watts desencadenó una lucha de masas y marcó la pauta de todas las luchas de ese momento.

La lucha que surge hoy día

Las acciones gubernamentales –y el estado de disfunción que se percibe– está moldeando el entorno en el que una rebelión moderna como la de Watts puede originar una verdadera lucha de masas. Actualmente, las expresiones emergentes de una lucha de masas tendrán una base diferente. El Movimiento por los Derechos Civiles y la Rebelión de Watts expresaron la expansión del sistema, mientras que actualmente estamos presenciando la etapa de su destrucción objetiva.
Y la lucha de masas tomará una forma diferente. La agitación fascista apela al temor y al enojo debido al colapso financiero y a los préstamos de rescate, y prepara el terreno para la reorganización fascista de la sociedad, algo que ya está en marcha. Al mismo tiempo, no se pueden resolver los problemas sociales, en tanto el gobierno esté al servicio de las corporaciones y no del público.

El elemento impulsor de la actual lucha de masas también es diferente. Los desposeídos tienen las destrezas necesarias y ocupan un lugar preponderante dentro de la sociedad que les permite desempeñar ese papel de elemento impulsor. Pero no se puede garantizar el rumbo del mismo. Por un lado, el rumbo político de este segmento está a disposición de cualquiera — y son el blanco de cierta agitación poderosa, peligrosa y sin orientación alguna. Por otra parte, el carácter abrumador de sus demandas es proletario. Si bien algunos de estos desposeídos todavía guardan la esperanza de volver a obtener un trabajo decente a raíz de una leve mejoría económica, o de iniciar algún pequeño negocio en los escombros de una economía en crisis, la suerte de la mayoría estará echada junto con esas masas de trabajadores a los que se ha expulsado permanentemente de la economía productiva.

Apelando a la “clase media” y a un “gobierno pequeño”, la mayor parte de la agitación populista actual tiene un núcleo de clase sombrío pero poderoso, y con un eje programático. A pesar de que no se han trazado claramente las líneas hasta este punto, los rumores actuales expresan la agitación preliminar para los diferentes programas de clase al igual que la contención entre éstos. Mientras tanto, con su peligrosa manipulación del temor y la confusión, la clase gobernante practica el arte de la política y depende del movimiento espontáneo para lograr sus objetivos políticos.

Si bien aún es relativamente temprano dentro del proceso, a lo largo del espectro político e ideológico, son cada vez más los que son partícipes de las actividades. Por un lado, por ejemplo, el movimiento denominado Grupo del Té (o Tea Party en inglés) expresa la forma en que la crisis económica y los préstamos de rescate están radicalizando a nuevos segmentos de la población e impulsándolos a participar en la actividad política. La agitación fascista apela a las raíces ideológicas del país, especialmente las tendencias antigubernamentales e individualistas.

Por otra parte, miles de personas en California han tomado las calles para proteger el derecho a la educación pública. Desde niños de las escuelas primarias hasta administradores y profesores universitarios, todos los estratos están siendo partícipes. El gobernador intenta eludir el enfado de la legislatura estatal, pero la lucha se está ampliando.

En ninguno de los casos la ideología es cohesiva. El vasto y diverso despertar brinda un sentido tanto de lucha social como de masas en el futuro inmediato. El subsiguiente deterioro de la economía impulsará a más segmentos de la sociedad hacia la lucha social. La contención debido a los intereses de clase se manifestará en la lucha de masas. En última instancia, a raíz del disturbio se originará una polarización de los intereses y los programas de clase.

Los revolucionarios podrán captar el potencial del carácter objetivo del actual proceso revolucionario. Como ninguna otra revolución que hayamos presenciado en toda las historia, el carácter de la que se está desarrollando es proletario, el antagonismo entre la tecnología que reemplaza la mano de obra y un sistema social en el que la rentabilidad depende del uso de mano de obra, la expulsión de diversos segmentos de la fuerza laboral estadounidense de la vida productiva y el empleo, el abaratamiento de la mano de obra que todavía se utiliza, y la formación de una clase que es objetivamente comunista. La nueva clase puede lograr su desarrollo político dentro del proceso más general de la sociedad para empezar a luchar contra los efectos sociales de la revolución económica.

Tampoco es probable que con la polarización se llegue a una conclusión ideológica dentro del sistema actual de partidos políticos, y la sujeción que éste tiene en la forma de pensar del pueblo. La polarización que se está formando dentro de la ineficacia que se percibe de los partidos Demócrata y Republicano está preparando el terreno para romper con la continuidad del sistema actual de partidos políticos. Ya sea que la polarización se exprese en la creación de un partido centrista, un partido “socialdemócrata” o uno de corte fascista, o bien, alguna combinación de éstos, cierto tipo de realineamiento de los partidos políticos establecería las condiciones para acelerar la polarización política y la formación política de la clase.
La lucha social es una fase necesaria de la cual surge una lucha de masas con cierta comprensión amplia y general sobre el “99 por ciento versus el 1 por ciento” o sobre “nosotros en contraposición a ellos”. Si bien no podemos predecir ningún cronograma para este proceso, cada etapa de la lucha revolucionaria tiene el potencial de ir más rápido que la anterior. 
La resolución actual de cada una de las calamidades sociales — desde la educación hasta el medio ambiente — es la abolición de la propiedad privada. El programa de la nueva clase puede surgir dentro de las fases de la lucha de masas — como la verdadera solución a problemas concretos. 

Nuestro país se enrumba hacia un período de lucha que es difícil de imaginar después de casi 40 años de calma. Habrán rupturas en la continuidad, momentos en los que los revolucionarios tendrán la oportunidad de influir más amplia y profundamente que en el pasado. Al comprender las etapas y las fases de la lucha revolucionaria, podemos centrarnos de forma más adecuada en nuestras labores y cumplir con nuestra misión.

Informe Político del Comité Permanente de la Liga de Revolucionarios por una Nueva América, marzo del 2010.

Julio.2010.Vol20.Ed4
This article originated in Rally, Comrades!
P.O. Box 477113 Chicago, IL 60647 rally@lrna.org
Free to reproduce unless otherwise marked.
Please include this message with any reproduction.

 

 

Comprende este momento, mantén el rumbo