Estamos entrando a una época de revolución social, un momento de crisis. Se están estremeciendo los propios cimientos de la sociedad. Toda la superestructura que abarca la sociedad estadounidense se está dejando al descubierto. No podemos permanecer inmóviles; no podemos dar marcha atrás.
No sólo debemos adquirir un sentido sobre cuál es el rumbo a seguir, sino que también sobre quiénes somos como pueblo estadounidense —las masas que se están empujando hacia la vorágine de la destrucción social y que están en desventaja dentro de la creciente polaridad entre la riqueza y la pobreza. ¿Por los intereses de quién luchamos de la misma forma que luchamos por nosotros mismos? ¿Qué nos define? ¿Qué representa la base de nuestra unidad y de un propósito en común?
El período anterior
Se ha dicho que nos sostenemos en los hombros de aquellos que se han ido antes que nosotros y, verdaderamente, los contornos del creciente movimiento revolucionario de hoy surgen y obedecen a los aspectos específicos de la propia historia de los Estados Unidos. Desde sus inicios, la base de la sociedad estadounidense era capitalista; es decir, un modelo de producción en el que los capitalistas, como dueños y gobernantes de la sociedad, explotaban a los obreros asalariados como medio para acumular riqueza para el lucro privado. La emergente clase capitalista de los Estados Unidos nunca tuvo que derrocar las relaciones feudales de producción que predominaban en Europa. Su expansión dependió, en primer lugar, de la conquista y la remoción de los pueblos Nativos, después de la sujeción forzosa de millones de trabajadores esclavos importados de África.
Durante casi los primeros 100 años de su existencia, los Estados Unidos fue esencialmente un país sureño y la esclavitud alimentaba el desarrollo de la economía capitalista. De esta forma, la esclavitud se transformó en una atadura, en una limitación, no sólo para los esclavos sino también para la mano de obra “libre” y asalariada. Se debía derrocar al poder en base a los esclavos, y así sucedió. Se emancipó a los esclavos, pero éstos se liberaron únicamente para transformarse en esclavos de un salario, aunque ello no sucedió inmediatamente. El breve esfuerzo por reconstruir una nueva sociedad en el Sur tropezó con la derrota y el Sur retornó a una condición de penuria, un apartado lugar agrícola y semicolonial que permitió que los blancos y los negros pobres se empobrecieran aún más y permanecieran ligados a la tierra.
Con la introducción de la máquina de vapor y la consecuente industrialización de la economía, el obrero industrial, concentrado en el “Triángulo de Hierro”, que era la región industrial más importante de los Estados Unidos, surgió para liderar y moldear la lucha social estadounidense. Con el surgimiento del movimiento sindical industrial a principios del Siglo XX, la lucha se dirigió hacia la redefinición del contrato social entre el propietario y el obrero, a limitar las horas de la jornada de trabajo, a crear condiciones laborales más seguras y a obtener seguridad social, una educación decente y un salario suficiente para vivir. Pero la depresión económica predominó durante ese mismo período y sólo se salió a flote debido a la contienda mundial de la Segunda Guerra Mundial. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo estadounidense, que ya había empezado a extenderse más allá de sus propias fronteras para colonizar y exportar el capital hacia todos los rincones del planeta, descubrió que ahora el propio colonialismo representaba una limitación para lograr una mayor expansión del capital. De forma paralela a esto, surgió el reconocimiento por parte de la clase capitalista que había que industrializar el sur. La agricultura sureña era mecanizada y los tractores obligaron al aparcero a abandonar las tierras.
La explosión de los derechos civiles para emancipar a las masas oprimidas de afroamericanos en el sur surgió simultáneamente con los masivos movimientos migratorios hacia la región vital en el norte y el surgimiento de centros industriales en el sur. De esta forma, las masas del sur pasaron a formar parte del proletariado industrial de los Estados Unidos. A ello le siguieron los posteriores movimientos migratorios de trabajadores latinos, asiáticos y de otras nacionalidades de todas partes del mundo que vinieron en busca de empleo. Ellos también pasaron a formar parte de la clase obrera estadounidense, la cual era parte de un proceso moldeado por las fuerzas de la globalización.
Mediante la industrialización también se presenció el ingreso de grandes cantidades de mujeres a la fuerza laboral, a un punto tal que actualmente el número es equivalente al de los hombres. Aún así, persisten las inequidades, por lo que continúa la lucha por lograr la igualdad de la mujer. Asimismo, persiste la desigualdad para los afroamericanos y también sigue su lucha por la igualdad. Las reglas del juego para los inmigrantes que ingresan a la sociedad estadounidense son disímiles, por lo que también continúa su lucha por la igualdad. Pero es una igualdad económica lo que buscan y no una igualdad en la pobreza.
Todo está cambiando
Pero hay una artimaña en esta situación. Se está negando todo lo relativo a esta historia. Justo en el momento en que todas estas fuerzas se estaban integrando a la clase obrera moderna de los Estados Unidos, los capitalistas, en su insaciable deseo de maximizar sus ganancias, introdujeron un nuevo instrumento de producción al proceso, el cual no se asemeja a ninguna otra cosa que haya sucedido en la historia humana. Todos los otros adelantos, ya sea el arado de hierro o la máquina de vapor, han permitido o aumentado la fuerza laboral humana. Pero las computadoras y los robots remplazan la mano de obra humana.
Esto es algo trascendental que cambia todo. El capitalismo es un sistema de mano de obra asalariada en el que todo el valor se crea mediante la mano de obra humana. El fin de la mano de obra humana en la producción significa el fin del valor y, por lo tanto, del capitalismo como sistema.
Dentro de la sociedad, todos están definidos, de una forma u otra, por su relación con la producción. En una sociedad capitalista madura, usted es obrero(a) o propietario(a), un(a) capitalista. Ahora los obreros se definen por su relación con los robots. Cuando el obrero ya no puede comprar los productos que se generan para el mercado, éste se derrumba. Los obreros van rumbo a perderlo todo. El capital en una economía global desplaza la producción hacia lugares donde pueda maximizar las ganancias. En un proceso que se ha acelerado y que empezó hace unos 30 años, el Triángulo de Hierro se transformó en el Cinturón de Óxido, a medida que pueblos enteros resultaron devastados por el cierre de las fábricas.
El giro hacia una economía de servicios se ha traducido en trabajos con salarios más bajos y en menos beneficios, o en ninguna prestación del todo. El nivel de vida de la clase obrera estadounidense está en desplomo. Las personas sin hogar estan llenando las calles del país. La pobreza ha estado presente durante mucho tiempo. El capital necesitaba a los pobres como un tipo de reserva, pero hoy hay un nuevo tipo de pobreza que está definida por la introducción de la electrónica. Se está creando una nueva clase a medida que se devalúa la fuerza laboral en la producción. Anteriormente, los capitalistas garantizaban que se encontraran medios dentro de la sociedad para alimentar, dar vivienda y vestir a los obreros. Ahora que ya no se necesita la mano de obra humana, observamos un rompimiento total del contrato social. La sociedad ya no necesita una clase obrera educada y por ello la educación decae. Las escuelas se convierten en un conducto de la prisión, ya que se penaliza como clase a los nuevos forasteros. El creciente antagonismo entre la clase gobernante y la clase obrera es análogo a la creciente polarización entre la riqueza y la pobreza absoluta.
Según el Departamento de Trabajo, casi 16 millones de personas están desempleadas actualmente y se han perdido más de 7 millones de puestos de empleo desde finales del 2007. Otras fuentes aseveran que la situación será aún mucho peor. En su ensayo titulado “Robotic Nation” [Nación Robótica], que se ha leído ampliamente, Marshall Brian calcula que para mediados de este siglo el desempleo podría llegar a un 50 por ciento. Es una “recuperación” sin empleo. Aún cuando aumenta el Producto Interno Bruto, el desempleo sigue incrementando. Los índices de pobreza son los más altos de todos los tiempos y en algunas zonas del Cinturón de Óxido estos índices se comparan y hasta superan los de las zonas pobres del sur y del suroeste. A medida que esta crisis se va acelerando, la misma repercute en todos los estratos de la sociedad. La lucha objetiva por las necesidades básicas de la vida se transforma en la fuerza que guía a un creciente movimiento de masas.
La fuerza impulsora
El movimiento inicia con todas las respuestas espontáneas y dispersa ante la destrucción social que está ocurriendo por doquier. Ya las soluciones no radican en el punto de producción ni en las luchas dispersas por sí solas. Se debe fusionar un creciente movimiento de masas para confrontar al Estado. Debido a que ya no hay una base para la reforma dentro del agonizante sistema capitalista y ya no hay posibilidades de restaurar el contrato social, las demandas del movimiento para obtener alimentos, ropa, resguardo, educación y servicios de salud son las demandas revolucionarias de una clase revolucionaria. No se pueden satisfacer sus demandas sin la reconstrucción del Estado y de la sociedad.
¿Cuál es la fuerza en la que podemos confiar para ganar esta lucha? Se está experimentando un giro en el centro político de gravedad. Aquellos que apenas ayer estaban en una posición de poseer algo, están viendo cómo se les está desplazando. Ellos nunca pensaron que verían la pobreza, pero ahora están en proceso de perderlo todo. De forma similar a la manera en que el proletariado industrial de una era anterior era el sector emergente de la clase obrera que poseía la capacidad de liderar la lucha para lograr la reconstrucción de la sociedad, ahora son estos “desposeídos” los que son un segmento decisivo capaz de liderar a toda la clase en el proceso revolucionario para un cambio fundamental.
En los Estados Unidos, su tendencia natural es desplazarse hacia la derecha política. Pero los desposeídos son los únicos que pueden liderar esta batalla porque saben qué es la organización, ellos han formado parte de la sociedad. Ellos tienen la capacidad de librar una lucha. Sus acciones determinarán el rumbo político de la sociedad. La pregunta sobre cuál es el segmento de la clase que representa un núcleo decisivo y dónde es que se concentran los revolucionarios es un asunto de las tácticas políticas de hoy. Aquí, en este momento, los desposeídos —que aunque están concentrados en el Cinturón de Óxido, llegan a toda la sociedad estadounidense— constituyen el eslabón fundamental en la cadena que, al aferrarlo, puede forjar toda la cadena.
El movimiento de hoy todavía se encuentra en la etapa de desarrollo de una lucha social de masas para abordar estas demandas. Pero la gente ya está empezando a ver que no pueden continuar estando a la defensiva. Ya están comenzando a darse cuenta de la necesidad de buscar soluciones nacionales y de obligar al gobierno a actuar según los intereses del pueblo.
Las tareas de los revolucionarios
A medida que vamos abordando las preguntas que estamos enfrentando, vemos que la pregunta más urgente que surge para nosotros en este momento es ¿cuál es la base de nuestra unidad? Si bien es cierto que nos hemos empobrecido, esto no es lo que nos define. Ciertamente, somos una clase obrera cuyos cimientos están siendo atacados. Nuestra base para la unidad es precisamente lo que caracteriza los objetivos del movimiento y lo que moldea los contornos de una clase revolucionaria: los intereses de los desposeídos. La lucha por las demandas concretas de las masas de desposeídos es la base de la unidad del movimiento que se está construyendo actualmente. Se les está situando de forma objetiva en una posición en la que deben luchar o morir de hambre. Los revolucionarios deben influir en la conciencia de los desposeídos para velar por que el proceso se desarrolle con base en los intereses de la humanidad. A medida que este momento va produciendo revolucionarios en toda la sociedad, nuestra tarea también es evidente: luchar por un creciente grado de conciencia dentro de nuestra clase como tal, cuya tarea histórica es reconstruir una nueva sociedad cooperativa en nombre de toda la humanidad.
Enero.2010.Vol20.Ed1
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