La crisis económica y las acciones gubernamentales dirigidas a estabilizar la economía están atrayendo el interés del pueblo estadounidense hacia la política. Cuando el gobierno comenzó a involucrarse directamente en la gestión de la economía, todo el país centró su atención en el discurso político –“hay que dejarlo en manos del mercado”, “hay que conceder préstamos de rescate a aquellas empresas que son demasiado grandes para fracasar”, “hay que nacionalizar” – mientras que tanto los periodistas como los estudiantes, los obreros despedidos y los trabajadores agobiados por las deudas, los propietarios de viviendas y los indigentes se preguntaban: “¿Dónde está mi préstamo de rescate?

Ya está en marcha un discurso político nacional. Éste ya no sólo se trata de los académicos, los izquierdistas, los progresistas y los distribuidores de noticias, sino que también el pueblo en general está despertando ante una política más allá de las elecciones. Por primera vez en muchas generaciones, observamos un discurso público que abre las puertas a la lucha política sobre los intereses de la clase.

El hecho de que los revolucionarios puedan aprovechar este momento histórico para añadir profundidad, visión y partidismo de clase al debate cada vez más intenso, dependerá tanto de la estrategia política y del enfoque para el trabajo dirigido a politizar desde el interior de este despertar general.

Hacia adonde se dirige la historia

Los revolucionarios no son libres simplemente de politizar y “revolucionar” a su voluntad. Podemos hacerlo bajo ciertas condiciones económicas e históricas definidas. Cuando esas condiciones sean las más oportunas, es fundamental que las comprendamos y que aprovechemos el momento.

La crisis financiera deja al descubierto una sociedad inmersa en una coyuntura crítica. La clase gobernante no puede proteger su propiedad ni estabilizar la economía sin que el gobierno se involucre directamente en la gestión de la economía e instituya la nacionalización de cierta forma – parcial o temporal.

Al mismo tiempo, a menos que el gobierno asuma la responsabilidad del bienestar público, segmentos cada vez más amplios de la población no podrán satisfacer las necesidades básicas de la vida. A menos que el gobierno federal garantice los servicios de salud para todos, millones de personas sufrirán y morirán debido a la falta de dinero para consultar a un médico. A menos que el gobierno vele por el acceso de todos a lo que es más necesario en la vida, tal como la educación y agua limpia, la industria privada comprará todos los componentes generales de la infraestructura pública en las ciudades y los pueblos de todo el país, y los administrarán para que las empresas obtengan ganancias.

Esta necesidad objetiva de la nacionalización abre un campo de batalla sobre cuáles serán los intereses que servirá el gobierno. ¿Exigirá el público una nacionalización a favor de los intereses del bien común? Y la clase que se dedica al trabajo hasta que su mano de obra ya no es necesaria, ¿luchará por que sus intereses se sirvan y protejan? ¿O continuará la nacionalización sirviendo a los intereses de los inversionistas corporativos privados, la clase que acumula riqueza a base del esfuerzo de otros y sus crecientes deudas? En este histórico campo de batalla sobre cuáles serán los intereses que servirá la nacionalización, nuestra clase se puede formar políticamente – con la conciencia y la capacidad de luchar por sus propios intereses de clase.

Esta batalla ya está evocando formas que se encuentran arraigadas en la propia historia de los Estados Unidos. En los momentos más decisivos, cuando las masas han tenido que pagar las consecuencias de los trastornos económicos, su ira y enojo se han dirigido a “los bancos” o a “Wall Street”. Durante las controversias sobre el Banco de los Estados Unidos a principios de los años 1800, acerca del patrón de oro a finales de los 1800, y sobre las regulaciones financieras al inicio del Nuevo Trato, la política estadounidense giró en torno a las finanzas.

La crisis actual está reavivando la ira de los estadounidenses hacia la élite financiera. Desafortunadamente, a la par del enojo surge el peligro de los disturbios raciales y contra los inmigrantes, los cuales nos recuerdan otros momentos decisivos en la historia estadounidense.

Un nuevo rumbo político y una nueva ideología no son algo que brotará espontáneamente de los despidos, de la pérdida de los beneficios de salud y las pensiones, o de las ejecuciones hipotecarias. Pero esta vez, la propiedad privada no tiene un rumbo a seguir para proteger y ampliar el poder de aquellos que acumulan su riqueza a partir de la especulación financiera e incrementan las deudas de la clase obrera. Esta vez, la ira hacia la élite financiera también puede ser un canal mediante el cual se infunda la política estadounidense con un sentido de intereses de la clase y la forma de luchar por ellos en el ámbito político.

Una apertura estratégica

Una estrategia política busca lograr o mantener el poder político. La misma funciona dentro de la parte subjetiva del movimiento —la parte consciente del movimiento en desarrollo. Un aspecto esencial de una estrategia es la identificación de los puntos débiles de su enemigo. Hasta esta incipiente etapa del proceso revela un punto crítico de la vulnerabilidad ideológica.

La crisis actual y las acciones gubernamentales están impulsando a las personas de todas las condiciones sociales a movilizarse. Pero un segmento de la población tiene el potencial de hacer avanzar todos los demás. Los trabajadores del centro en los Estados Unidos que están empleados de forma estable han sido el blanco de los llamados de las campañas políticas. Ellos han desempeñado un papel fundamental en los cambios ideológicos decisivos en la historia del país.

Denominado como la “clase media”, este sector ha sido esencial para la fortaleza política del capitalismo. A pesar de que la clase capitalista representa menos del 1 por ciento de la población, la misma ha podido controlar a toda la población al dominar entre el 30 y el 40 por ciento a través de buenos trabajos, prestaciones, beneficios y privilegios. Ahora que se han perdido beneficios y puestos de trabajo debido a la tecnología y al capital móvil, está disminuyendo el ingreso medio de este segmento de la población. La crisis financiera ha acelerado dramáticamente este proceso. Se está obligando a los trabajadores educados y organizados a salir del sistema y a entrar en un antagonismo con el capital. Este brusco despertar del Sueño Americano transforma lo que antes era una fortaleza política para los capitalistas en su posible vulnerabilidad política.

Este segmento no sólo está unido al capitalismo en el plano económico, sino también a nivel cultural y psicológico. Al sacudirlos bruscamente de su situación segura, se puede incitar a estos trabajadores a favor del fascismo. O bien, su despertar puede transformarse en un elemento catalizador del desarrollo de una clase que piense y luche por sus propios intereses. Facultado con derechos anteriormente pero ahora desposeído, este sector de la población puede politizarse rápidamente para marcar la pauta del discurso político a nivel nacional. El rumbo depende de la conciencia.

Un enfoque político para el trabajo

Los revolucionarios podrán llevar a cabo su responsabilidad de desarrollar esa conciencia únicamente si se desarrolla un enfoque que politice y eduque desde lo interno de este despertar.

Si se le dice a un hombre hambriento que su problema es que no tiene comida, no se le estará haciendo ningún bien. Actualmente, los revolucionarios no pueden situarse afuera del proceso y simplemente proclamar que el problema es el capitalismo. Cualquier reportero o economista puede decirle a usted que el sistema no funciona o cuánta gente está perdiendo sus trabajos, los servicios de salud y la capacidad de alimentar a sus familias.

La pregunta del movimiento es ¿qué se debe hacer? Las verdaderas preguntas requieren de verdaderas respuestas. Ello supone la politización en cada paso del proceso. Ello también significa hacer propaganda desde el interior de la verdadera lucha – sin importar qué tan dispersa o desorientada se encuentre – para poder impulsar la lucha desde adentro, a través de todas sus etapas y hacia su conclusión real. El impulso del movimiento desde su interior no es un asunto arbitrario y éste depende del punto en que está y hacia adonde necesita ir. La lucha en torno a la forma de estabilizar la economía establece los términos del debate de cada batalla dispersa. ¿Conceder préstamos de rescate a los trabajadores despedidos y a los estudiantes endeudados? ¿U otorgar estos préstamos a los bancos? ¿Nacionalizar para favorecer los intereses de la propiedad privada o, por el contrario, a favor de los intereses del pueblo?

El próximo paso es pasar de las batallas dispersas y defensivas a las luchas políticas unificadas —con la exigencia que surge desde el interior de cada batalla dispersa sobre el hecho que el gobierno tome el control de los recursos privados de las empresas más importantes y los administre a favor de los intereses de muchos, y no de sólo unos cuantos – para el bienestar público y no para el beneficio privado.

A medida que se profundiza la crisis y sus efectos se generalizan, las acciones gubernamentales para proteger la propiedad privada se están transformando, pasando de luchas dispersas en función de temas individuales a batallas políticas sobre lo que hace el gobierno y a quiénes protege. Ya podemos observar la forma en que la intervención gubernamental en la industria automotriz – lo que incluye las amenazas de bancarrota que podrían invalidar los contratos con los sindicatos – podrían poner al gobierno en una posición que choca con los intereses de los trabajadores de la rama automotriz.

La etapa actual de la crisis económica ha dado paso al histórico campo de batalla de la nacionalización. Se puede luchar a favor de los intereses de la clase dentro de este campo de batalla. Aquí se puede desarrollar la conciencia. Sin embargo, no se puede garantizar el rumbo del resultado. El hecho de que los revolucionarios puedan llevar a cabo las tareas propias de este momento depende de si pueden relacionarse con el razonamiento de la gente con respecto a los puntos en que están reaccionando ante sus propias catástrofes y luchando para resolver sus problemas inmediatos – es decir, relacionarse con ellos para que podamos recapitular sus necesidades y demandas y las podamos reinsertar de forma tal que nos dirijamos hacia una solución verdadera.

En cada dimensión de la vida social, las necesidades inmediatas de la gente en las ciudades y los pueblos devastados por la economía dan paso a estas batallas. En cada batalla sobre las necesidades reales e inmediatas, la gente puede adquirir conciencia sobre sus intereses de clase, sobre la forma de luchar por ellos y lo que necesitarán para lograrlos.

Aunque en un principio el “contorno” político común esté desnivelado, el mismo está surgiendo dentro de la lucha social de la gente por lo que necesitan. Este momento requiere de que los revolucionarios renuncien a sus exigencias por separado y que lleven a cabo la difícil tarea intelectual dentro de la lucha por el siguiente paso político para lograr un verdadero movimiento.

El enfoque revolucionario para desarrollar la conciencia refleja lo que la filosofía – y la propia vida – nos dice. No se puede lograr el crecimiento ni el desarrollo a menos y hasta que un proceso pase por todas sus etapas para lograr su conclusión final y verdadera. Ya está en marcha la primera etapa. La crisis económica y financiera está destruyendo rápidamente los cimientos materiales que relacionaban a este segmento decisivo de la clase obrera con la clase capitalista. Los siguientes pasos incluyen liberarse de la política y la ideología de la clase enemiga, unificar las luchas dispersas y defensivas y desarrollarse hasta constituir una fuerza política que pueda luchar por sus verdaderos intereses y propósitos.

La ciencia, la política, el arte

Este enfoque para el trabajo de los revolucionarios dentro de este momento político depende de la distinción entre la ciencia y el arte de la política – y abarca la importancia de ambos.

Para el trabajo revolucionario, es indispensable contar con una comprensión científica sobre la sociedad y el cambio social. Ello nos permite observar lo que es nuevo y la forma en que están cambiando las bases de la sociedad. Asimismo, ello nos ofrece un punto de vista sobre el rumbo general de la marcha de la revolución, las condiciones materiales en las que se está desarrollando y los resultados finales y verdaderos del movimiento objetivo.

De la misma forma en que no se ganan las batallas militares con convencer a los combatientes sobre las leyes de la física, no es posible “aplicar” la ciencia directamente a la lucha práctica. La ciencia señala consideraciones y conclusiones de índole política, estratégica y táctica que permiten que los revolucionarios mantengan el rumbo de la lucha, paso a paso, hasta llegar a su verdadera conclusión. La lucha política depende del arte de la política.

El arte de la política significa basarse en lo objetivo para lograr lo subjetivo – es decir, basarse en los cambios de las condiciones materiales para lograr una etapa de conciencia. El despertar actual y la lucha generalizada presentan la oportunidad de desarrollar la conciencia de la clase y los intereses políticos. Todo ello depende de los revolucionarios pensantes y creativos.

Una nueva situación, nuevas posibilidades

La historia de la izquierda estadounidense se ha alternado entre dos enfoques para el trabajo que han sido igualmente improductivos. Uno de estos enfoques imita el movimiento de masas y hace que ciertas demandas específicas sean una cuestión de principios. El otro enfoque intenta ganar el movimiento de reformas para obtener posiciones o principios “revolucionarios” y usualmente ideológicos.

En el pasado, este vaivén era comprensible debido a que todavía el rumbo de la historia no era el que deseaban los revolucionarios. Durante las décadas de 1920 y 1930, la economía todavía se estaba industrializando. Aún durante la Gran Depresión, el sistema capitalista continuaba extendiéndose. Durante las décadas de 1950 y 1960, un amplio sistema capitalista que contaba con grandísimas ganancias imperialistas confirió a las mujeres y a las minorías étnicas una serie de derechos civiles y acceso al sistema. El movimiento social objetivo era pasar a formar parte de este sistema en expansión.

Pero este no es el movimiento de hoy. El actual movimiento social está moldeado por el creciente antagonismo objetivo con el capital, no por la lucha por las reformas y su expansión. Tanto el sistema capitalista de intercambio como todo el sistema económico se han deteriorado. Ha iniciado un movimiento objetivamente revolucionario. Poco a poco, se le está forzando a dirigir sus exigencias en el plano político.

En realidad, los revolucionarios de los Estados Unidos nunca han enfrentado un momento así – el sistema capitalista en proceso de destrucción, una ruptura fundamental en el sistema de intercambio, la discusión resultante dentro de la clase dirigente sobre la forma de estabilizar el mercado y proteger la propiedad privada, todos los segmentos de la sociedad atraídos hacia el discurso y las actividades políticas, y un sector de la clase obrera que es muy importante en el plano político y cuyos intereses reales se abocan contra la clase capitalista y el gobierno. No se puede abordar ningún problema práctico, ya sea económico o social, excepto en la batalla política sobre lo que hará el gobierno y a qué clase servirá.

El proceso revolucionario también se encuentra en un momento crítico. El gobierno y las empresas están entrelazados y entremezclados, y se han abocado a controlar una clase cuya lucha toma razgos cada vez más políticos. Esa clase ya no puede avanzar hasta que aprenda a luchar políticamente por sus propios intereses.

Actualmente, miles de revolucionarios muy bien conectados, pensantes, creativos y activos están aferrados a este asunto de forma intelectual, política y práctica. Ellos son expertos en sus frentes de lucha, hábiles líderes en sus organizaciones, e incansables maestros dentro de sus grupos de base. Ellos bien saben que para poder unificarse, el movimiento necesita más que las crecientes adversidades y un objetivo último y general; el movimiento también necesita un rumbo claro y la forma de pasar de las adversidades a la consecución del fin último.

El reto frente a los revolucionarios de hoy es muy grande y es mucho lo que está en juego. Está iniciando la lucha política en este país. Para lograr avanzar con las tareas del día, los revolucionarios de todos los frentes necesitan conversar mutualmente sobre la ciencia y el análisis, sobre las estrategias y la política – el significado de este momento político y la forma de politizar este despertar e impulsar el proceso hacia adelante.

La ira y el despertar se están generalizando rápidamente, con lo cual se establece la base objetiva para que se recupere terreno a brincos y a saltos. Los revolucionarios deben unir sus energías para lograr cumplir con sus responsabilidades y responder al llamado de la historia.

 

Julio.2009.Vol19.Ed4
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El principio de la lucha política en los EEUU requiere acercamiento político hacia el trabajo