Informe Político del Comité Permanente de la Liga de Revolucionarios para una Nueva América, junio del 2008

La sociedad está experimentando un vuelco para pasar de una base —la producción con mano de obra humana— a otra — la producción sin mano de obra humana. Estos giros siempre han ocurrido en la historia y representan los medios a través de los que se produce un cambio cualitativo. Sin embargo, el vuelco que se experimenta actualmente es de naturaleza histórica, de una época, más semejante al giro de una sociedad sin clases —una época que duró decenas de miles de años— hacia la propiedad privada— que ha durado más de 2000 años. La producción electrónica ha introducido un medio de producción radicalmente nuevo en la economía, y no sólo ha destruido la etapa actual de la propiedad privada, el "capitalismo", sino que también ha creado la posibi-lidad de una ruptura en la continuidad de la misma propiedad privada.

A medida que una sociedad se desmorona, se debe establecer una nueva. ¿En los intereses de quién se construirá esta nueva sociedad? Este es el problema esencial de todos los "momentos" históricos de transición. Surge todo tipo de fuerzas en la bata-lla por una solución. La historia muestra que la clase comprende sus intereses independientes, que tiene una visión sobre el resultado deseado y que organiza sus fuerzas para lograr los medios políticos necesarios para poner en práctica los intereses a favor de ese resultado, lo que crea el medio para implementar políticamente sus intereses de clase. El hecho de preparar a una creciente clase de des-poseídos para que asuman este papel histórico constituye la labor de los revolucionarios en este período de transición entre épocas.

La economía es la base de la sociedad y está compuesta por dos aspectos: producción y distribución. Sobre esta base, surge una superestructura que expresa la naturaleza de la misma y que, a su vez, influye en esa base. El capitalismo surgió a partir de la producción industrial y el modo de intercambio es la compra y la venta del poder de la mano de obra, en el cual los obreros constituyen el mercado para los artículos que producen. La fuente de todo el valor bajo el capitalismo —la relación de intercambio entre las cosas— es la mano de obra humana. Surgió una superestructura que expresó esta relación, y el Estado existió para defender, proteger y facilitar éstas relaciones productivas.

Conforme a los medios de producción se desarrollan y cambian, se vuelve necesario ajustar las relaciones sociales con el fin de ir acorde a las necesidades de la economía. Surge la exigencia de reformas dentro del enfrentamiento entre las nuevas fuerzas productivas y las relaciones productivas existentes. Los cambios cuantitativos en los medios de producción generan el movimiento para la reforma social, mientras que los cambios cualitativos en los mismos producen un movimiento hacia la revolución. Por una parte, el resultado se determina dentro de los parámetros del nivel de desarrollo de los medios de producción y, por otra, por el choque de voluntades de los combatientes, su conciencia sobre los intereses de clase y su habilidad de organizarse para poner en práctica su voluntad contra aquellos que son sus adversarios. La sociedad se ha desplazado a través de sus diferentes fases, tanto dentro de sus etapas (elemento cuantitativo) como entre las etapas y las épocas (elemento cualitativo).

Independientemente del contenido económico o de la forma política que revistieron, estos cambios en su aplicación general constituyeron etapas en el desarrollo de la propiedad privada, una etapa que surge de la anterior y está relacionada con la misma. La propiedad privada es una época de la historia puntualizada por diferentes etapas del desarrollo. El capitalismo es una de estas etapas, al igual que lo fue el feudalismo. En cada etapa del desarrollo, se estableció una superestructura — incluso formas de Estado— que protegió las relaciones productivas y, con ello, el dominio de una clase sobre otra. En cada una de estas etapas, los avances de la tecnología permitieron que la mano de obra humana fuera más productiva, pero no eliminó su papel dentro de la producción.

Actualmente, la electrónica está eliminando a la mano de obra humana, destruyendo la fuente de todo valor y poniendo fin a lo que hace que el capitalismo sea lo que es: un sistema de compra y venta basado en la explotación del poder de la mano de obra y la expropiación de las ganancias del valor excedente que crea el poder de la mano de obra. Sin la explotación del poder de la mano de obra, no se pueden obtener ganancias, y sin ganancias el capitalismo no puede sobrevivir como sistema. En este sentido, el capitalismo ya no existe como antes y algo nuevo está luchando por surgir.

La clase capitalista debe preservar lo que tiene pero, al mismo tiempo, si no avanza ni se adapta a la nueva situación, la misma perecerá. Esta clase debe buscar nuevos mercados y nuevos consumidores, y tiene que cambiar a toda la sociedad para ha-cerlo. Asimismo, los miembros de la clase capitalista deben desarrollar nuevas formas de gobierno y nuevas relaciones entre la gente y entre las naciones. Ellos deben introducir nuevas ideas para explicar y justificar lo que deben hacer en nombre de sus intereses y lo que se les debe hacer a aquellos que se oponen. Sus esfuerzos dan paso a contradicciones interminables e imposibles. Estas contradicciones interactúan tomando una forma u otra, sirviendo sólo para crear más inestabilidad y menos espacio para maniobrar, para exacerbar y profundizar la polarización existente, y para empujar el proceso hacia una crisis inevitable.

La clase capitalista debe aceptar un nuevo medio de producción que ya no requiere de mano de obra. El hecho de que los obreros ya no puedan readquirir los productos que ellos mismos producen crea una contradicción fundamental sin solución. Pero este no es un problema sólo de los capitalistas. El obrero ya no produce únicamente para el mercado interno, sino también para mercados en todo el mundo, lo cual intensifica la competencia para esos mercados. Entre más se reduce el tamaño del mercado mayor es la competencia y más rápidamente se desa-rrollan los medios de producción, lo cual conduce a una competencia aún mayor e, inevitablemente, a la guerra y a una mayor destrucción e inestabi-lidad.

Los capitalistas recurrieron a la especulación para aumentar la tasa decreciente de sus ganancias, obteniendo de esa forma miles de tri-llones de dólares, creando una cantidad sin precedente de multimillonarios, incentivando la expansión del sistema financiero internacional y facilitando el desarrollo de la economía mundial. Estos trillones de dólares se circulan y recirculan en los mercados financieros del mundo. Pero a pesar de todas éstas "burbujas", de los fondos derivados y de cobertura y de las economías del mundo a las que se obligó a sumirse en la deuda y la inestabilidad, la especulación aún es insuficiente para absorber este exceso de dinero. Se ha invertido en todos lados en un desesperado intento por lograr ganancias.

Trillones de dólares se reinvierten en la especulación y miles de millo-nes más exploran el planeta en búsqueda de inversiones, sin importar si hay un rédito o no. La naturaleza de los medios de producción cualitativamente nuevos se traduce en el hecho de que sin importar cuánto o dónde se invierta, los capitalistas no pueden salir del aprieto en que están sumidos, lo cual ocasiona que especulen aún más.

Los capitalistas se encuentran desesperados por abrir nuevos mercados y crear nuevos consumidores. África es uno de los varios candidatos posibles que están buscando reciclar entre aquellas naciones y continentes que destruyeron mediante la explotación imperialista. Se necesitarían proyectos masivos de infraestructura, habría que construir caminos y vías férreas, y se tendría que modernizar o recons-truir los aeropuertos. También, necesitarían modernos proveedores de energía eléctrica, desarrollar las capacidades de extracción y refinado para hacerse cargo, y dragar y admi-nistrar los puertos. No habría límites en cuanto a lo que se podría lograr con sólo estos proyectos.

La búsqueda de dinero a este nivel requiere de grandes conglomerados, de corporaciones inmensas, de la participación estatal e interestatal, de la gestión de una amplia serie de gobiernos locales, y de la protección de los proyectos contra la violencia gene-ralizada y la guerra. Asimismo, deben movilizarse las grandes redes de las instituciones financieras y se deben invertir miles de millones de dólares. También se necesitarán mecanismos para coordinar los diferentes aspectos en juego, tramitar y negociar el proceso en general, proteger los intereses de todos los participantes en el ámbito político y militar, no sólo a nivel nacional sino también mundial.

Con el propósito de facilitar políticamente la inclusión del resto del mundo en estos esfuerzos, no se puede ver a los Estados Unidos como un "país de blancos". La burguesía negra que se está desarrollando — una burguesía que es auténticamente estadounidense y que resulta ser negra— la representan destacadas personalidades como Colin Powell, Condoleezza Rice y Barak Obama, y dan crédito a la afirmación de que los Estados Unidos es un país decente y bueno en el que el resto del mundo puede confiar y, más importante aún, con el cual pueden establecer relaciones comerciales. Una contraofensiva blanca es lo peor que le podría suceder a la política exterior estadounidense. La clase gobernante puede utilizar a Barak Obama como el símbolo de la fusión física de los blancos y los negros en los Estados Unidos. Al mismo tiempo, existe un impulso objetivo y que ha evolucionado históricamente hacia esa contraofensiva blanca.

Además, conforme luchan por atraer a más consumidores hacia el mercado, ¿de donde provendrán esos consumidores? África está devastada por la pobreza y la guerra, lo cual es un legado del imperialismo. Aún en aquellos países que están creciendo y creando una "clase media" y en los que los mercados —tales como India y China— dan pie al sueño capitalista de contar con miles de millones de consumidores, las poblaciones son tan pobres que no pueden sostener la avalancha de bienes que se están produciendo.

Y aún así, las leyes objetivas del capitalismo impulsan a los capitalistas hacia adelante. Es suficiente que exista dinero para comprar o construir infraestructura en África o en América Latina, bajo la promesa o la creencia de que pueden producir suficiente puestos de empleo para mantener un nivel óptimo de reactivación y para mantener en circulación dinero suficiente, mientras al mismo tiempo se saquea la hacienda pública o se apretuja a segmentos más amplios de obreros del mundo para obtener cada vez más dinero. El capitalismo no tiene ninguna otra lógica que la de obtener la mayor ganancia posible y toda decisión se toma con base a ello, sin importar el impacto que produzca en la vida de los pueblos del mundo, o hasta en otros capitalistas.

El capitalismo ya no puede explotar como lo hacía anteriormente y, por lo tanto, ya no puede funcionar como antes. Algo nuevo se está desarrollando con base en la propiedad privada y tiene ciertos elementos del viejo capitalismo, tanto en términos de la explotación del poder de la mano de obra como en cuanto a las formas en las que produce. Al mismo tiempo, estamos observando que algo nuevo se desarrolla, algo que todavía está arraigado en las relaciones productivas capitalistas, pero que necesita liberarse de esas relaciones para poder preservar la propiedad privada.

En momentos de transición de una característica a otra, el Estado se vuelve cada vez más inestable y se ve obligado a situarse entre lo viejo y lo nuevo. Actualmente, el Estado está intentando construir una forma de producción basada en la propiedad privada, pero sin producir la clase del pasado. Ya está en marcha la disolución de la base de las relaciones productivas capitalistas, pero este elemento nuevo todavía permanece antigúo, inmaduro. El Estado está obli-gado por ley, por costumbre y por la historia a defender y a proteger las relaciones existentes del capitalismo. Aún así, no se puede ignorar este elemento nuevo y el Estado todavía debe garantizar la propiedad privada sin importar la forma que revista. Es esta doble contradicción lo que hace que la situación sea tan inestable: el Estado debe proteger lo que sin duda se está disolviendo, mientras que al mismo tiempo debe proteger la continuidad histórica de la que forma parte —la propiedad privada. Su inestabilidad surge de la propia transición.

La creciente crisis económica está destinada a producir una crisis política —el choque de dos procesos antagonistas, en el que uno está obligado a des-truir al otro para poder sobrevivir. La crisis en desarrollo es la imposibilidad de mantener a la superestructura democrática burguesa con la base económica cualitativamente nueva que se está creando.

Los capitalistas no pueden permanecer donde están, pero aún así tampoco pueden avanzar. Estará dentro de su lucha lograr el salto de un capitalismo que se está disolviendo a un nuevo orden basado en la propiedad privada en la que lucharán por nuevas formas políticas.

La revolución no requiere de un compromiso subjetivo con el bienestar de la humanidad, sino que surge de una exigencia objetiva de cambio. Marx lo comprendió así cuando escribió en el Manifiesto Comunista sobre la burguesía como los revolucionarios de su tiempo. Con base al cambio de la manufactura para dar paso a las grandes industrias, la burguesía conquistó el poder, hizo trizas al viejo mundo y lo reconstruyó a su propia imagen. Ellos no estaban atacando la propiedad privada ni tampoco les importaba los millones de personas cuya mano de obra explotaban en el mundo para respaldar su poder como clase. Pero en el momento de transición de la agricultura a la industria, en todo país, propusieron un programa para resolver los problemas de esta transición y lucharon por obtener el poder político para implementarlo.

De forma similar, el fascismo surgió como una solución política revolucionaria a los problemas de la sociedad; ciertamente un mundo en transición y en crisis. Por ejemplo, en Alemania, el gobierno de la república de Weimar, desolado por la depresión económica mundial y que estaba deviniendo en una crisis política, no pudo contener los elementos comunistas ni fascistas. Se debía aplastar a alguno de estos bandos.

El movimiento fascista no era monolítico. Todo tipo de fuerzas se dirigió hacia el mismo y aunque no eran exactamente lo mismo, estas fuerzas eran más parecidas que disímiles, con los fascistas a la cabeza. Aunque utilizaron estas fuerzas, Hitler y sus fascistas no buscaron regresar a la Alemania de Bismarck, o restaurar los principados y sus mezquinas monarquías, o estabilizar el gobierno de Weimar. Lo que buscaron fue hacer trizas al viejo orden mundial y crear algo nuevo: Alemania a la cabeza de un gran imperio mundial —iniciando primero con Europa y Rusia al este y con las islas británicas al oeste— en el cual millones de personas trabajarían duramente por las ganancias y el placer de la gran raza alemana. Se reemplazó a la democracia burguesa con el nuevo Estado fascista bajo el que el pueblo alemán se beneficiaría sólo en tanto permaneciera como la base de apoyo a la guerra y a la conquista nazi.

El fascismo bajo las condiciones cualitativamente nuevas de hoy representa la lucha de la burguesía (una clase que se está transformando en sí) para alinear a la superestructura con la naturaleza cambiante de las relaciones de la propiedad privada. Actualmente, el fascismo busca facilitar todo un nuevo orden mundial basado en la propiedad privada sin el capitalismo.

Marx escribió que el comunismo está surgiendo, no como "un ideal al que hay que someter a la realidad, sino el movimiento que supera y anula el estado de cosas", alineando a la sociedad con la promesa de los nuevos medios de producción. El comunismo busca facilitar todo un nuevo mundo basado en la propiedad pública de los medios de producción socialmente necesarios y la distribución del producto social según las necesidades. Las relaciones productivas del comunismo no se están desarrollando, ni se desarrollarán, en medio de las relaciones del capitalismo que se están disolviendo, o en oposición a esas relaciones, y debe lucharse de forma consciente por las mismas.

Una crisis económica que se profundiza, una creciente competencia por los mercados, un orden geopolítico cada vez más inestable en el que los Estados Unidos lucha por mantener el control, el subsiguiente desenmarañamiento de las viejas alineaciones de los partidos políticos, y el creciente choque dentro de las instituciones del gobierno y la sociedad son elementos que están interactuando y ejerciendo una tirantez mutua. El próximo presidente tendrá que encargarse de este caos en desarrollo, en medio del dilema de la transición de épocas.

La solución a este dilema tendrá que revestir una forma política. A medida que el capitalismo continúa desintegrándose como sistema económico y el sistema político dominante pierde cada vez más su capacidad de resolver los problemas de los obreros o de los capitalistas, las distintas tendencias se separarán y surgirán con sus propios programas. Hasta este punto, en los Estados Unidos sólo hemos tenido movimientos conservadores (como los republicanos de derecha) o reaccionarios (como el denominado Ku Klux Klan). Necesitaremos agudizar nuestra habilidad para reconocer la naturaleza de estos programas de aquellos de los fascistas, y que no nos engañen los conceptos equivocados o las viejas categorías del pasado.

La historia no tiene predilectos. Las condiciones objetivas crean la posibilidad, pero será la revolución política —un acto subjetivo— la que determine el resultado. La misión, la estrategia y las tácticas de la Liga se dirigen a lograr la primera etapa necesaria en la marcha hacia el resultado final —unificar a los revolucionarios dispersos con base a las exigencias de la nueva clase, educarlos y persuadirlos para lograr una solución cooperativa y comunista al problema.

 

Julio.2008.Vol18.Ed4
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