Informe político del Comité Permanente
Liga de Revolucionarios para una Nueva América
Febrero del 2008

“Independientemente del nivel de descontento de la gente con la política de hoy, lo que se sabe con certeza es que la mayoría no sabe que hacer sobre todo esto. A los revolucionaros les queda la tarea de explicar a qué se debe la creciente polarización y cuáles son sus raíces económicas, y de presentar una solución a los problemas que enfrenta la gente. A medida que el descontento empieza a expresarse y la gente comienza a integrarse a un movimiento político, el proceso electoral está creando la oportunidad de romper con las conexiones ideológicas y políticas que atan a los trabajadores a los capitalistas”.
– Las elecciones del 2008: Hay que luchar por el programa de nuestra clase, ¡Agrupémonos Camaradas! Enero/Febrero del 2008.

Tal como lo evidencia el reciente informe del Comité Permanente de la LRNA “Prepárese ahora para las batallas que vienen”, “El esquema general de la polarización política se está enfocando. Estas fases iniciales de la polarización política enmarcan nuestras tareas, nuestra labor y nuestra política” (¡Agrupémonos Camaradas! Enero/Febrero del 2008). Los candidatos están hablando acerca de los temas que preocupan al pueblo estadounidense –la guerra, la economía, los servicios de salud y la inmigración – pero sus soluciones son las que fomentan los intereses de la clase gobernante. Al mismo tiempo, la creciente polarización económica y social está creando oportunidades para un verdadero cambio. La clase gobernante tiene su propio programa y está utilizando las elecciones para avanzarlo. Nuestra clase también tiene su programa y los revolucionarios deben utilizar las elecciones para plantearlo.

La situación política y económica

Los intereses y los objetivos de la clase gobernante son los mismos sin importar quién gane las elecciones presidenciales –el continuo avance de la globalización, la lucha de los Estados Unidos para dominar ese proceso, y la lucha para mantener sus intereses geopolíticos en el mundo. Habiendo logrado muchas de las cosas que se proponía mediante el denominado Consenso de Washington, la clase gobernante ahora enfrenta una economía global inestable, una creciente competencia entre las naciones para ingresar a los mercados y obtener el poder geopolítico, el desenmarañamiento de las sociedades del mundo y un tipo de pobreza hasta ahora desconocido en la historia de la humanidad. Ellos enfrentan una serie de preguntas muy profundas: ¿De qué forma mantendrán una economía de mercado sin consumidores que puedan comprar? Al haber desmantelado diversos mecanismos gubernamentales, ¿qué utilizarán para intervenir con el fin de prestar asistencia para sostener este mercado? El neoliberalismo – que en algún momento fue la consigna de una clase gobernante global emergente – se está desacreditando cada vez más y se ha emprendido la búsqueda de una alternativa que conduzca al mundo globalizado hacia sus próximos pasos.

El futuro presidente tendrá que conducir a los Estados Unidos hacia la nueva etapa de desarrollo de este proceso. Esto incluirá un mundo mucho más integrado, en el cual China, Rusia e India son las emergentes fuerzas económicas y en el que una creciente cantidad de naciones está estableciendo alianzas mutuas para protegerse de la dominación económica y militar de los Estados Unidos. Internamente, el nuevo presidente tendrá que abordar las repercusiones políticas de un pueblo norteamericano al que inevitablemente se le conducirá hacia la pobreza, con muy pocas esperanzas de poderse recuperar.

El mundo ya no puede volver a lo que era antes, sin importar qué tanto el pueblo estadounidense anhele los “viejos tiempos”. El ritmo acelerado de la globalización, el creciente impacto de la tecnología que reemplaza a la mano de obra y una verdadera destrucción social e institucional que se ha venido produciendo durante los últimos 10 a 15 años se han ocupado de que sea así.

Los candidatos presidenciales hablan del cambio, pero el mismo sólo será para ayudar a la clase gobernante a proteger la propiedad privada bajo estas condiciones mundiales tan variables. Sus posturas representan diferentes propuestas tácticas para permitir que los capitalistas aborden más eficientemente el desarrollo de la economía global y que puedan ocuparse del inevitable descontento social y político. Los candidatos también reflejan diferencias en torno a qué parte de la ciudadanía deberá estar “a bordo” para poder gobernar. Las soluciones, que van desde la política exterior –la protección de los intereses permanentes de los Estados Unidos – hasta la forma de afectar más profundamente las medidas de protección social sin consecuencias sociales y de infraestructura, buscan preservar el orden existente, independientemente del costo que ello represente para la humanidad.

Sin embargo, aún con todas sus maquinaciones e intrigas, la clase gobernante y sus representantes no pueden escapar a la cruda realidad de los cambios cualitativos dentro de la economía. Segmentos cada vez más amplios de las sociedad se están intrincando en los resultados tan desastrosos de la misma, menoscabando las respectivas bases de los partidos y sacando a relucir el inevitable choque de las contradicciones entre un pueblo que no puede vivir sin dinero y un mundo que no funciona con ninguna otra cosa. Ningún candidato está hablando sobre esto y ninguno se atreve a hacerlo.

La conciencia sobre la necesidad de un programa de clase independiente que se base en las demandas de los más pobres y una estrategia para lograrlo son el único camino a seguir para resolver los problemas que enfrentamos actualmente. Se está obligando a la clase gobernante a asumir una defensiva estratégica y los revolucionarios deben aprovechar esta apertura para educar y convencer a la nueva clase emergente de que se debe aplicar al problema una solución comunista y en cooperación.

El “cambio” y el estado de ánimo de la gente

El llamado al cambio está presente en cada una de las oscilaciones del péndulo que conforma el proceso electoral burgués. Son las condiciones objetivas las que marcan la diferencia entre estar obligado(a) a permanecer en el mismo molde de siempre o tener la oportunidad de romperlo y tomar un paso hacia algo nuevo. La creciente participación política de los ciudadanos en muchas de las primarias reflejó el sentimiento de que el cambio no es sólo necesario, sino que también es posible. Todos los candidatos tienen elementos populistas que son peligrosos, pero lo importante es que todos están atrayendo a la gente hacia el proceso electoral, y esto también forma parte del proceso revolucionario objetivo.

Sin embargo, existe muy poca percepción sobre el tipo de cambio que necesitamos obtener. Muchos creen que todo mejorará si simplemente se trasciende la época de Bush. Otros piensan que cualquier cambio es positivo. En sus ansias por lograr el cambio, muchos escuchan lo que desean oír en las declaraciones generales populistas. Pero no se están deteniendo a analizar estos llamamientos demagógicos. Tampoco están analizando la situación en términos de clases. Por ejemplo, un reciente sondeo de opinión, descubrió que la mayoría de los estadounidenses ven al gobierno como un problema, mientras que menos de la cuarta parte de los encuestados le echan la culpa a las corporaciones. Más que nada, la actividad y el entusiasmo tiende a recaer en el candidato y no en el programa de esa persona o en el conocimiento práctico de las repercusiones de las soluciones que está proponiendo.

Como todo en la política estadounidense, la raza y el género no pueden ignorarse. Aquí también, el programa – que es la verdadera solución a los problemas que enfrenta la gente – se ha visto eclipsado por la atención que se le presta al candidato individual, en vez de lo que éste propone hacer. La clase gobernante está utilizando la excusa de la raza y el género en ambas direcciones. Tanto Obama como Clinton pertenecen a la derecha de su partido y a ambos los acompañan un séquito de consejeros y diseñadores de políticas con comprobados antecedentes de defender los intereses hegemónicos de los Estados Unidos en el mundo y de proteger los intereses corporativos por encima de los del pueblo estadounidense.

Sin embargo, se está utilizando la política de las identidades para que los candidatos se presenten como el rostro de un cambio progresista. Esto ha sido eficaz tanto para acallar las quejas de la izquierda como para manipular la decencia y las aspiraciones del pueblo de los Estados Unidos. En Iowa, mucha gente acudió a las asambleas electorales partidistas, no sólo en oposición a Bush sino también debido al hecho de que Obama sería el primer candidato presidencial afroamericano y Clinton la primera candidata. Algunos consideraron que al votar por Clinton o por Obama lo hacían contra la derecha religiosa o contra el racismo.

También podemos observar la forma en que se está utilizando a los candidatos para enfilar a sus diferentes grupos de identidades tras los intereses de la clase gobernante. Por ejemplo, en Chicago, los medios de comunicación de los afroamericanos están apoyando de forma abrumadora a Obama. Los cuestionamientos sobre su programa pueden generar acusaciones de racismo o de algún tipo de traición. Y aún así, en la misma ciudad, al igual que en otras de la nación, nada se dice sobre el creciente ataque contra las masas afroamericanas o acerca de la falta de soluciones por parte de los candidatos para abordar estos problemas. La unidad a la que se llama es una en torno a los intereses de la clase gobernante y no de las masas de afroamericanos o de la clase de la que forman parte. En tanto no exista una conciencia general sobre los intereses de clase, el grupo gobernante continuará utilizando la política de las identidades – organizada en torno a la centralidad histórica del asunto afroamericano – para consolidar a su propia clase y sentar las bases para atacar a la creciente clase de desposeídos, independientemente de su color.

Oportunidades y escollos

El pueblo estadounidense está desperado por resolver sus problemas, pero ninguno de los candidatos está presentando un programa para hacerlo en interés de la mayoría del país. Los candidatos tienen soluciones, pero las mismas intentan remediar los problemas de los capitalistas. Por lo pronto, están obligados a atraer a las masas, pero sus verdaderas intenciones se encubren tras el populismo, la retórica sentimental y nostálgica que promete un regreso al pasado dorado. Esto no es la ausencia de un programa. Es un programa opuesto y hostil a los intereses de nuestra clase.

El proceso electoral ofrece una oportunidad a la clase gobernante para hacerle propaganda a su programa entre el pueblo estadounidense, el cual, básicamente y en el fondo, es un programa del fascismo. Algunos están denominando fascismo a la situación que está produciéndose en nuestro país y se están pronunciando en contra de la misma. Sin embargo, no existe una solución organizada para abordarla. Tampoco hay representación política ni siquiera para la mayoría del pueblo y, mucho menos, para los intereses de la clase. Al mismo tiempo, la clase gobernante está tomando medidas para proteger sus intereses. Se están utilizando varias fuerzas para obtener un amplio apoyo a esos intereses y hemos observado el papel que está desempeñando el movimiento en contra de los inmigrantes. El objetivo de la clase gobernante es desorientar y desorganizar a la oposición, mientras fomentan la base social del fascismo. El proceso mediante el cual se logra esto, con qué fuerzas y en qué momento, tiene sus raíces en la historia o en una respuesta a la oportunidad que se presenta.

El empeoramiento de la situación representará un terreno fértil para todo tipo de llamamientos, de la izquierda y de la derecha, con el fin de organizar el descontento existente en algún tipo de expresión política. Los motivos en este sentido van desde esfuerzos para captar los elementos de descontento de la derecha y de la izquierda, hasta iniciativas para forjar una nueva base con un dominio político para aventajar a los viejos partidos. Por ejemplo, el multimillonario alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, y otros influyentes demócratas y republicanos han estado conversando acerca de la posibilidad de formar un partido de “unidad nacional”, el cual reuniría a ambos partidos. También existen conversaciones sobre el hecho de que Bloomberg se postularía como candidato presidencial de este nuevo partido y el ex senador de Georgia, Sam Nunn, como candidato a la vicepresidencia. Estas y las otras fuerzas que han entrado en movimiento se están alterando debido a los cambios imprevistos, están surgiendo dentro del proceso electoral que va fluyendo, y son una expresión de la polarización que se está produciendo en la sociedad.

Podemos esperar mayores empujes a raíz de las elecciones. No podemos predecir la forma que revestirán, pero si nos basamos en nuestra comprensión del proceso, podremos mantener nuestra orientación. La polarización está surgiendo con base en la profunda destrucción social y es el movimiento en el que se librará la batalla por una nueva sociedad. La Liga tiene que estar en una posición en la que pueda comprender el significado de los acontecimientos conforme se van desenvolviendo y participar de forma tal que se avance en la lucha a favor de los intereses de nuestra clase. La Liga también tiene que pronunciarse contra el creciente fascismo y mostrar que no lo derrotaremos al "luchar contra la derecha", sino a través de una lucha para el programa de la clase dentro la batalla social que se está desarrollando. De esta forma, la Liga podría fomentar la participación de los revolucionarios y cumplir con su misión.

Una comprensión filosófica, aunada a los informes de varios frentes de la lucha, muestra que ahora es el momento para presentar una solución al problema. Esto no se debe simplemente porque alguien así lo dice, sino porque el pueblo así lo está exigiendo. No hay otra alternativa y esto es lo que la Liga puede ofrecer. La LRNA puede mostrar la forma en que las causas económicas subyacentes, los cambios en el Estado y la creciente unidad entre las corporaciones y el gobierno están diseñados para beneficiar a una clase cuyos intereses son hostiles a los nuestros. Podemos proponer un programa para la solución del problema, una visión de un tipo diferente de sociedad y una estrategia para lograrlo. También podemos ofrecer tácticas políticas específicas para que cada paso del movimiento avance hacia el objetivo por el que realmente se está luchando. En todas partes, la gente está discutiendo y debatiendo el futuro de este país. No perdamos esta oportunidad para que nuestro país avance un paso más hacia una sociedad que sabemos que no sólo es posible, sino también necesaria.

 

Mayo.2008.Vol18.Ed3
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