Los Estados Unidos va rumbo a una confrontación de clases. Cada una de las facetas dentro de la sociedad está empezando a polarizarse. El trasfondo de todo esto es el cambio cualitativo que ha experimentado la economía y el antagonismo que ha surgido entre la riqueza y la pobreza. La polarización — la separación y la destrucción de los vínculos que mantienen a un proceso integrado— representa uno de los ejes centrales para los revolucionarios. La transformación social no puede acontecer sin la misma. La polarización que estamos observando actualmente le ofrece la oportunidad a un movimiento de clases históricamente nuevo para lograr un mundo de equidad. Sin embargo, para que el proceso sea fructífero, los revolucionarios deberán aportar la ideología, la visión y la estrategia científica necesarias para fraccionar la multitud de vínculos ideológicos y organizativos que mantienen atada a la clase al capitalismo, liberándola para que pueda convertirse en una clase por sí misma. Esta etapa cuantitativa del proceso revolucionario se expresará en el rechazo de la aceptación del capitalismo por parte de la clase y en la creación de su propio partido político. El populismo continúa siendo una de las principales armas ideológicas que los gobernantes están utilizando para evitar que esto suceda.
El Populismo en la Historia de EEUU
El aspecto más singular del populismo en los Estados Unidos es su perspectiva de que no hay clases. Esta idea se basa en la propuesta de la Declaración de Independencia de 1776, en que "todos los hombres nacen iguales" y que la historia particular de los Estados Unidos se ha encargado de reforzar. Esta historia ha incluido movimientos políticos para emprender reformas, dentro de los que segmentos de diferentes clases han formado alianzas políticas temporales.
El meollo de la ideología populista es la idea de "un pueblo" que lucha contra alguna institución grande, tales como los bancos, los ricos y la burocracia gubernamental. El populismo reúne a diversos segmentos de la clase capitalista, la "clase media" y los obreros bajo un solo estandarte. Ideológicamente, el populismo nunca se dirige contra el sistema capitalista. El mismo rechaza la idea de que la clase obrera y trabajadora tenga intereses absolutamente hostiles a los de la clase capitalista.
El movimiento que comúnmente se asocia con el ascenso del populismo es la lucha de los pequeños agricultores desde la década de 1890 hasta los años 30. Su lucha se dirigió contra los ferrocarriles, los grandes bancos y las enormes empresas de productos agropecuarios. Este fue un movimiento de agricultores pobres, pequeños comerciantes rurales y algunos grupos de la clase obrera.
Durante este período, el movimiento populista mostró todas las amenazas que el populismo representaba para un movimiento revolucionario. Aunque algunas fracciones de este movimiento fueron bastante progresistas y militantes en cuanto a su oposición a los bancos, los ferrocarriles y las bolsas de valores, el mismo nunca representó un reto fundamental para el capitalismo como sistema. En general, el populismo fue un movimiento unitario, blanco de todas las clases. El movimiento populista se incorporó al Partido Demócrata durante el “New Deal” y en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Actualmente, cuando los capitalistas negocian con los obreros, los mismos apelan a ese conjunto de ideas populistas que se han arraigado en la experiencia de los Estados Unidos. En este sentido, el populismo no es una de las muchas "ideologías de la clase gobernante", sino que más bien es un medio fundamental a través del cual se manipula políticamente a los obreros y los trabajadores para la consecución de los fines capitalistas, ya sea de atacar a otros capitalistas o de lograr que los obreros se ataquen mutuamente, o bien, ambos propósitos.
Actualmente, diversos factores económicos — la creciente e irreversible polarización de la riqueza y la pobreza que ha producido la tecnología que reemplaza a la mano de obra, la marcha inevitable hacia una crisis económica, el crecimiento de otros países que buscan menoscabar la actual posición de los Estados Unidos y la formación de una nueva clase de desposeídos, tanto en los Estados Unidos como en el resto del mundo— se están combinando para crear una situación extremadamente volátil. A medida que los Estados Unidos intenta agresivamente imponer su voluntad en la escena mundial, el país también deberá tomar severas medidas a nivel interno para garantizar que el pueblo estadounidense no presente resistencia a los planes capitalistas.
La globalización ha significado el fin de cualquier movimiento progresista de todas las clases o entre clases. El plan del Presidente Bush de llevar "la democracia" a todo el mundo es la táctica actual para adaptarse a las necesidades del capital global. Esta es la misma estratagema que se utiliza internamente en los Estados Unidos — democracia sin libertad e igualdad— sin un acceso equitativo a los alimentos, la vivienda, los servicios de salud u otros medios de existencia.
Por sí mismo, el populismo no tiene el poder mágico de influir en el movimiento de masas. El populismo que surgió bajo las condiciones de expansión capitalista fue diferente al populismo que está aconteciendo bajo las actuales circunstancias de una inminente crisis económica. El populismo fue una ideología basada en el reformismo, cuando el emprendimiento de reformas bajo el capitalismo aún era posible. Aunque todavía se le pueden ganar algunas concesiones a los capitalistas (y es importante continuar haciéndolo), estas victorias son temporales. En la actualidad, el capitalismo de los Estados Unidos, atrapado en una profunda crisis, ya no ofrece reformas. Los cambios cualitativos en la economía, la polarización entre la riqueza y la pobreza, y la destrucción social generalizada exigen que los capitalistas creen una forma diferente de populismo. El objetivo del populismo de hoy es instaurar una unidad contra la nueva clase revolucionaria.
Hemos ingresado al período de la lucha de clases. Cualquier intento de acabar con el rasgo de clases de esta lucha emergente sería un ardid del fascismo. El populismo es una táctica política de la clase capitalista. Es su respuesta como clase ante este creciente y espontáneo movimiento, y su intento de evitar la polarización política.
La Forma en que el Populismo se Expresa
El Partido Demócrata está renaciendo dentro de este entorno de continuo cambio como el centro de mando del populismo. Los demócratas pretenden utilizar el populismo para confundir y controlar a los líderes de este creciente movimiento. Asimismo, los demócratas buscan evitar la polarización política y la concientización en torno a la urgente necesidad de contar con un partido de clases. La premura de los gobernantes de destruir todos los programas sociales que todavía quedan, junto con la marcha apresurada del fascismo, ocasiona que sus actividades representen una amenaza para la supervivencia de la clase.
Este ya no es el período de Roosevelt, en el cual las leyes del desarrollo capitalista se basaban en la expansión cuantitativa del mercado. Después, la agrupación de Roosevelt amplió el soborno social para garantizar la lealtad cuando estalló la guerra. El denominado “New Deal” de Roosevelt les permitió controlar el creciente movimiento y les dio un arma ideológica contra las ideas del socialismo que se estaban difundiendo. Desde entonces, la clase obrera ha estado social, política y organizativamente atada a los partidos afines al capital y, a través de los mismos, a los gobernantes. Actualmente, el soborno social está llegando a su fin. En este período, los demócratas no tienen otra cosa que ofrecerles a los obreros que el populismo y están intentando desarrollarlo de forma tal que se ajuste a las necesidades de este nuevo período.
Para el Partido Demócrata, la derrota en las elecciones presidenciales del 2004 representó la posibilidad de una deserción masiva dentro de sus filas. Los capitanes de los distritos electorales locales, los miles de estudiantes universitarios y otros progresistas que lucharon con uñas y dientes para derrotar a Bush, se sintieron asqueados con los demócratas y con Kerry, quien se rehusó a adoptar una postura. Una división en las filas del Partido Demócrata podría traer como resultado la formación de un tercer partido o partido de clases, algo que los gobernantes deben impedir.
Cada vez que la clase se expresa de forma independiente, los demócratas se preparan para contener las cosas. La lucha se limita y generalmente se le destruye al describirla como algo étnico en vez de un ataque a la clase y a toda la sociedad. Un partido de clases puede formarse de todas estas luchas de hoy y el Partido Demócrata lo sabe.
Existen muchas fuerzas sociales maniobrando dentro y fuera de este proceso, las cuales debaten todo, desde el rumbo de las asociaciones sindicales y el tipo de movimientos contra la pobreza, hasta si se necesita o no un partido de los trabajadores. La verdadera pregunta es ¿qué ideología —capitalista o comunista— expresará y guiará este movimiento? Esta es la pregunta esencial y de lo que se trata la polaridad. Se nos presenta la oportunidad de introducir nuevas ideas.
Sin importar lo que hagan los gobernantes o sus agentes dentro de la clase, los mismos no podrán abordar el problema subyacente — la revolución económica, la creciente pobreza y el surgimiento de una clase de gente empobrecida que no tiene futuro en el sistema capitalista. Los capitalistas buscan mantener a esta clase en la ignorancia de sus verdaderos intereses como tal y son dirigentes engañosos que utilizan su propaganda populista. Los revolucionarios, por otra parte, diseminan su necesidad de identificarse con la clase y de estar concientes de su programa del comunismo.
Los gobernantes y sus partidos afines podrán disputarse la forma de mantener su riqueza dentro de un mundo en transformación, pero están unidos en torno a la necesidad de aplastar cualquier movimiento político que sea independiente de los mismos. No existe un ala de izquierda progresista dentro del Partido Demócrata. Este es un partido capitalista y su programa no difiere del de los republicanos. Pero en ausencia de una agitación comunista enfocada que les señale a los obreros el siguiente paso a tomar, junto con un tipo de propaganda que lleva consigo una visión sobre el nuevo mundo, el papel traicionero de los demócratas y de sus líderes engañosos sólo puede intensificarse.
Tal como lo muestra la historia del populismo, los capitalistas tienen la destreza de captar el descontento y convertirlo en un movimiento que se destruye a sí mismo y que mantiene intacta la propiedad privada. En los Estados Unidos, los capitalistas han tomado tarde o temprano las riendas de cada impulso dirigido hacia un movimiento independiente. El fascismo es inminente como fin último, mediante el cual los gobernantes intentan contener la creciente lucha por la supervivencia. La única esperanza es la formación de un partido de clases que se convierta en un centro organizador en el marco de las subsiguientes luchas de clases, al igual que la formación de una organización de revolucionarios que pueda garantizar el futuro del movimiento.
Tareas de los Revolucionarios
Nuestra estrategia es lograr que ésta sea una clase consciente y nuestra táctica es separar a los obreros del Partido Democrático. No le asestamos un golpe directo a Bush, sino que lo dirigimos hacia el centro de gravedad — aquellos quienes, mediante el soborno, han adquirido el control organizativo, político e ideológico de los trabajadores; aquellos que tienen el potencial de impedir que la lucha evolucione. El débil eslabón del Partido Demócrata lo representan aquellos dirigentes embaucadores que vinculan a la clase con el partido y, a través del mismo, con las instituciones y la ideología capitalistas (superestructura). Estos líderes engañosos son vulnerables. Un partido de clases que se convierta en el centro organizador de la clase puede contribuir al rompimiento de estos vínculos.
La Liga debe mantenerse a la ofensiva, desencadenando la polaridad política donde quiera que vayamos. Cuando los demócratas aseguren que están a punto de acabar con la pobreza, tendremos que ser exigentes y preguntarles: “¿Cuál es su programa?”, “¿Cómo se va a alimentar la gente si los robots están realizando su trabajo?”, “¿de qué forma distribuirán la riqueza en este mundo de abundancia?”. Debemos denunciar al capitalismo como el verdadero problema y mostrar que sí es posible un nuevo mundo en el que la distribución de la abundancia se realice según las necesidades, poniendo punto final a un sistema que se basa en la propiedad privada. Nuestra oportunidad es que la polarización representa un objetivo y la misma está ocurriendo. El rumbo que tome dependerá de lo que nosotros mismos hagamos.
Pero la coyuntura actual exige que seamos específicos. Y lo hacemos al demostrar que tenemos respuestas a los problemas prácticos con los que luchan los trabajadores, y utilizamos nuestro apremio como arma para guiar a los revolucionarios. Debemos cerciorarnos de que, en todo caso, nuestra agitación y propaganda provengan de los intereses de la clase. Todo lo que digamos y hagamos deberá facilitar la creciente polaridad política.
Mayo.2007.Vol17.Ed3
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